La primera vez que fui a la Villa Victoria Ocampo en Mar del Plata tenía 10 años. Fui llevada, junto a Valen y Manu, por madre y padre, bajo un promesa infantil. Si íbamos a recorrer museos con ellos, nos llevarían a la Casa Embrujada, que aún hoy existe.
Por ese entonces, no tenía idea quién había sido Victoria Ocampo, ni había leído sobre ella, ni de su hermana. Muchos menos su historia de amor y transgresión para un mujer de comienzos de siglo XX.
Hace unos días, volvì a la residencia de verano de la familia Ocampo, la que Victoria heredó tras la muerte de su padre Manuel, un genio de la ingeniería que construyó canales importantes en San Luis (Y seguro que en otros lados, pero no lo sé).
Allí, me encontré con Victoria y le conté sobre la actualidad de las mujeres y los avances que habíamos tenido desde su muerte, en 1979.
Le conté que sus acciones son admirables para la época que le tocó vivir y que su persona se volvió fuente de inspiración para cientos de mujeres escritoras.
Le dije que había sido una innovadora para la época, al margen de sus recursos económicos, por el coraje de haber fundado una revista literaria, y que además, hayan participado personajes renombrados.
Por otro lado, le conté sobre la ley de divorcio actual que se logró en el ‘87, sin culpas ni perdones eclesiásticos.
Fue luego de un reciente pero nutrido movimiento de mujeres que tuvo los ovarios para juntarse, cuestionar los mandatos sociales y organizar los encuentros nacionales que van por su trigésima segunda edición.
Le dije, además, que esa ley se modificó hace poco, cuando se modernizó el Código Civil y ahora sólo hace falta la voluntad de una de las partes de las pareja para deshacer el vìnculo.
¡Mira qué fácil hubiera sido tu vida si existía esta ley cuando conociste y te enamoraste de Julián, pese a estar casada con su primo!
También le conté que cada vez somos más las mujeres profesionales y emprendedoras en el mundo, pero que lamentablemente seguimos cobrando la mitad que los hombres. Que nos siguen cuestionando cuando decidimos no ser madres y nos siguen imponiendo la manera en que debemos vestir.
A propósito de eso, le causó gracia cuando le conté cómo son los trajes de baños actualmente, cada vez más microscópicos (Y no sólo para mujeres). Y recordó el escándalo que se armó cuando fue a la Bristol con su malla parisina que dejaba mostrar las piernas, inapropiado para la etiqueta de la época.
Por último, hablamos sobre las mujeres al volante y le conté que actualmente es muy raro que no sepamos manejar y, que incluso, podemos ser propietarias de un auto cero kilómetro. Aunque siempre nos echan la culpa de los accidentes y del mal manejo.
Me despedí, no sin antes decirle que la volvería a ver, así charlamos sobre el mundo de las letras y mi timidez para publicar.
Mar del Plata – Enero 2017
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